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Unibrexit: consecuencias de la salida del Reino Unido para las Universidades. Más allá de Erasmus

Unibrexit: consecuencias de la salida del Reino Unido para las Universidades. Más allá de Erasmus

España ocupa la primera posición en el ranking de países seleccionados por los estudiantes de Reino Unido a la hora de cursar su año de Erasmus. Los españoles posicionan al país anglosajón como segunda opción, por detrás de Italia. Sin embargo, las consecuencias del Brexit para el sector universitario van más allá que aquellas que atañen a este buque insignia del proyecto europeo en materia de educación. La investigación, la movilidad trasnacional del talento, los programas de doctorado y un largo etcétera también se verán afectados. Y el Reino Unido se apresura a cubrir ese vacío.

 

Tomando prestada una metáfora de David Cameron, para que el acuerdo sobre el Brexit pudiera cristalizarse ha sido necesario hacer una hoguera con todas las regulaciones existentes en muchos ámbitos distintos al universitario. En este sentido, es fácil comprender el alivio que han sentido las universidades que tienen programas de investigación de relevancia al conocer que el Reino Unido permanecerá dentro del programa europeo HORIZON para la ciencia y la innovación, al menos durante el periodo 2021-2027. El Reino Unido, ahora que ha pasado a ser considerado como tercer país en términos de la propia Unión Europea, tendrá estatus de asociado, y el precio a pagar está aún por calcular, porque actualmente se está revisando en términos generales las relaciones con estos países.

 

En los últimos años, HORIZON ha supuesto un auténtico estímulo para las universidades que tienen programas de investigación potentes, financiando cerca de 13.000 proyectos en los que el Reino Unido ha participado. Menos conocida es la contribución de este programa marco a la supervivencia de áreas de investigación minoritarias pero cruciales para la cultura europea, como son la arqueología o las lenguas clásicas, y para las universidades especializadas en arte y música. También ha apoyado de forma significativa a las Ciencias Sociales y a las Humanidades.

HORIZON ha financiando cerca de 13.000 proyectos en los que el Reino Unido ha participado

 

El paraguas protector del programa HORIZON abarca un amplio espectro. Da cobijo al Consejo Europeo de Investigación (más conocido como ERC o European Research Council) con su financiación a la excelencia, destinado a investigadores en diferentes etapas de su carrera académica; el Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (European Institute of Innovation and Technology o EIT), que financia el consorcio de la triada educación, investigación y empresas para trabajar en propuestas que den soluciones a los retos globales; y las Acciones Marie Skłodowska-Curie (MSCA), que respalda la movilidad y la formación de investigadores de la Unión Europea, incluyendo aquellos que se dedican a la investigación industrial.

 

Tal y como expone Simon Margison, director del Centre for Global Higher Education de la Universidad de Oxford: “Horizon ha sido una fuente importante de talento, creando redes y colaboraciones dentro del mundo académico. Es la razón por la que, antes del Brexit, casi la mitad de las nuevas plazas universitarias del Russel Group [entidad que representa a 24 universidades de referencia de Reino Unido] estaban ocupadas por ciudadanos no británicos de la Unión Europea.

 

Foto de Chokniti Khongchum en Pexels

 

También ayuda a entender por qué algunas de las universidades más ricas y potentes llevan apostando desde hace mucho tiempo por crear alianzas con universidades del continente que les permita mantener esa fortaleza”. De hecho, desde que se anunció la resolución del Brexit después del referéndum, líderes de las universidades que pertenecen al espectro de la comunidad europea han estado haciendo lobby en la Comisión para que el Reino Unido tuviera ese estatus de país asociado dentro del acuerdo marco HORIZON.

 

Entre las universidades del Reino Unido más activas a la hora de desarrollar alternativas para no verse perjudicadas tras el Brexit en términos de investigación se encuentran las que participan en este y otros marcos (Cambridge 250, Oxford 427, University College London 408, Edimburgo 265. Manchester 2016). Ya en octubre de 2018, el Imperial College firmó una asociación estratégica con la TUM (Technische Universität München o Universidad Técnica de Munich) que cubre nuevos intercambios de estudiantes, programas de investigación, estancias y escuelas de verano, y colaboraciones con el mundo empresarial. El University College de Londres ha optado por un modelo diferente con el objetivo de establecer asociaciones con ciudades que su personal docente e investigador considera que pueden ser provechosas.

 

 

Adiós a la libertad de movimiento

Pero para aquellos que creen que la educación superior y la investigación están vinculadas de forma umbilical y que se refuerzan mutuamente, el ACC es una gran decepción. A pesar de la promesa inicial que hizo el equipo de gobierno del Boris Johnson en la que aseguraba que buscarían un acuerdo que diera cabida a la movilidad dentro del programa Erasmus como país asociado, la administración del primer ministro ha acabado por dar marcha atrás en este asunto.

 

El mayor impacto del Brexit para el ámbito formativo no es consecuencia del ACC, sino del Acuerdo sobre la Retirada del Reino Unido de la Unión Europea y de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (en lo sucesivo, «Acuerdo de Retirada»), que encarna el divorcio definitivo entre la Unión Europea y el Reino Unido, y que afectará a cualquier relación existente dentro del campo de la educación superior. Tal y como hemos ido sabiendo, el tratado pone fin a la libertad de movimiento y elimina la posibilidad de ambas partes de estudiar, trabajar y vivir en ambos territorios en las condiciones en las que se venía haciendo.

 

Más allá de las implicaciones que esta cuestión pueda entrañar para todos aquellos británicos que deseen moverse fuera del Reino Unido, el acuerdo de salida hace que este último sea un sitio menos atractivo para los europeos: los estudiantes se verán forzados a pagar las (muy elevadas) tasas de nuestro país en vez de recibir el trato que hasta ahora percibían como si fueran ciudadanos británicos.

Los estudiantes se verán forzados a pagar las (muy elevadas) tasas del Reino Unido

 

Acabar con la libertad de movimiento y con la ciudadanía europea conllevará no sólo este lastre, sino también una miríada de trabas de distinta naturaleza para las dos partes: la obligatoriedad de pedir visas y permisos de trabajo; el punto y final a la hora de gozar de un seguro médico que no se vea afectado por las fronteras; el cese más que probable a la hora de reconocer las cualificaciones profesionales… Y para el Reino Unido, además, la restricción en cuanto al intercambio de servicios, del que se derivaban ingresos muy valiosos para la educación superior gracias a los contratos transnacionales de educación.

 

En toda esta concatenación de secuelas pos Brexit, el fin de los fondos estructurales para aquellos enclaves más pobres del país en los que se encuentran muchas universidades será otro más de los impactos a esperar. Hay numerosos ejemplos de cómo la financiación de proyectos regionales ha permitido a estas universidades jugar un papel decisivo a la hora de impulsar las economías locales y de sanar algunas de sus cicatrices sociales. 

 

Consecuencias para las universidades europeas

Para la Europa continental, el Brexit ha brindado oportunidades, aunque no necesariamente de la forma esperada. Por un lado, ya hay informes realizados por universidades del continente que exponen como los estudiantes habrían elegido universidades británicas de no ser por su alto coste de matrícula. Otras que ofrecen su programa en inglés atraen a día de hoy a estudiantes británicos (por ejemplo, Masstricht en los Países Bajos).
La UE, a través de la Comisión Europea, ha tenido margen para desarrollar políticas que mejoren la colaboración en el ámbito de la educación superior. Mientras que las universidades británicas tenían que dedicar recursos a una posible «planificación sin acuerdo» sobre el Brexit, destinados por ejemplo a ocuparse de contratos de personal y cuestiones relacionadas con la inmigración, operación costosa para muchos, la Comisión lanzó la Iniciativa de Universidades Europeas.

 

Sus orígenes se encuentran en la propuesta que realizó en 2018 el Presidente francés Emmanuel Macron sobre crear una red fuerte en torno a 20 universidades europeas líderes. Muchos sospechan que el dirigente francés vio una brecha en el mercado y la posibilidad de rivalizar con el triángulo de oro de Oxford-Cambridge-Londres, aunque es evidente que la colaboración a nivel europeo estaba ya suficientemente arraigada: la Asociación de Universidades Europeas, que habla en nombre de las universidades de toda Europa, ha brindado un apoyo constante a estas iniciativas y también lo han hecho las redes universitarias establecidas desde hace mucho tiempo, como Coimbra, Aurora y LERU (League of European Research Universities, por sus siglas en inglés).

 

Como ha señalado de forma pertinente el investigador británico Ludovic Highman: “En el mundo de los negocios, otras empresas se estarían frotando las manos ante esta oportunidad [de actuar ante la desgraciada decisión del Reino Unido]”. Sin embargo, el sector de la educación superior ha demostrado una vez más que tiene poco en común con el sector empresarial y con fines de lucro, por mucho que algunos gobiernos hayan tratado de mercantilizarlo.

 

Las alternativas a Europa que busca Reino Unido

El gobierno ya ha desarrollado diversas iniciativas. El Plan Turing, que permitirá que los estudiantes británicos puedan estudiar fuera, ha sido lanzado a la opinión pública como un sustituto mejor que Erasmus. Sin embargo, son varias las voces discordantes. Hywel Ceri Jones, ex alto funcionario de la Comisión y figura decisiva a la hora de crear el programa en 1987, lo ha considerado como una “destrucción gratuita. No es el único: “Subestima las relaciones interuniversitarias que se han ido forjando con el programa Erasmus”, argumentan los que gozan de experiencia práctica en este ámbito. Uno de los institutos más respetados en relaciones internacionales, Chatham House, urge al gobierno a que lo piense de nuevo y Universities UK [asociación que representa a las universidades británicas] suplica que se le dé una oportunidad, ansiosos como están de rescatar algo del incendio.

El Plan Turing permitirá que los estudiantes británicos puedan estudiar fuera
Uno de los institutos más respetados en relaciones internacionales, Chatham House, urge al gobierno a que piense de nuevo su postura sobre el programa Erasmus

 

Otros movimientos del gobierno han recibido una mejor acogida. El plan Global Talent Visa mejorará las posibilidades de atraer a académicos internacionales, si bien, al principio, no en los mismos términos numéricos que con la Unión Europea. El derecho de los doctorados extranjeros de poder trabajar durante al menos tres años una vez aprueban su tesis es fruto de años de lobby, una oportunidad que se les brinda para ayudarles a subir los primeros peldaños de la escalera docente.

 

El argumento del gobierno para dejar la Unión Europea es, por supuesto, el de hacer las cosas de forma diferente. Algunos de los principales analistas sugieren que no será tan difícil producir alternativas made-in-britain. Para Nick Hillman, director del Instituto de Políticas para la Educación Superior (Higher Education Policy Institute), “la Unión Europea es importante, pero esa importancia se ha exagerado”. Si se hace una lectura política-económica sobre el asunto, sólo el tres por ciento de los fondos de investigación con los que trabaja el Reino Unido provienen de HORIZON y los problemas para la investigación derivados de la movilidad de profesionales, el intercambio de estudiantes y la captación de universitarios pueden ser vistos como dificultades a corto plazo.

Algunos de los principales analistas sugieren que no será tan difícil producir alternativas made-in-britain

 

Otros son más cautos a la hora de trazar un plan que permita el tan deseado regreso a Ítaca. El informe de 2019 ‘Change and Choices’ encargado por el gobierno (fuente de ese tres por ciento que mencionamos antes) expone sus reservas. Escrito por los profesores Sir Adrian Smith, ahora miembro del Instituto Turing, y Graham Reid, de la Universidad de Londres, concluye que hay una “oportunidad sin precedentes para promover una visión entusiasta sobre la colaboración internacional en materia de investigación e innovación”. Sin embargo, también mandan un claro mensaje al gobierno: el sector de la investigación en el Reino Unido, reconocido y respetado, no debe ponerse en riesgo. Tras el shock y la incertidumbre sufridos desde el referéndum, abandonar Horizon supondría un auténtico desastre para este ramo.

 

De esta forma, el gobierno ha aceptado la recomendación del binomio Smith-Reid: una estrategia de “estabilización, transición y visión” -aunque ésta ha decepcionado a aquellos que esperaban que la dirección del proceso fuera clara desde el principio-.

 

En definitiva, la estabilización se verá garantizada gracias a los siete años de compromiso con el programa HORIZON. El gobierno ha comprado así algo de tiempo para poder desarrollar las opciones que le permitan hacer del Reino Unido una súper potencia en términos científicos, tal y como sueña Boris Johnson, y para ver hasta qué punto la labor de lobby que está haciendo el asesor principal del premier Dominic Cummings para financiar un organismo similar al ARPA de Eisenhower da sus frutos y consigue ver la luz.

 

Global Britain y la mercantilización de la educación superior

La historia es muy distinta si atendemos a cómo se formula la educación superior desde un punto de vista convencional, según el cual la Universidad tiene la misión de enseñar y educar a los estudiantes en el arte del pensamiento crítico, y proporcionar herramientas para desarrollar conocimiento a través de la comprobación y la verificación de los hechos.

 

La Ley de Educación Superior e Investigación de 2017 (Higher Education and Research Act) abre la puerta a estrategias relacionadas con el lema “Global Britain”, del que parten numerosas políticas públicas. Una idea clave que sigue la lógica de ese Reino Unido más global es la de que muchas oportunidades surgirán del hecho de que, se espera, el 90 por ciento del crecimiento económico mundial en los próximos cinco años se origine fuera de la Unión Europea.

 

La ley ya ha puesto de manifiesto un cambio en la línea que seguirá el gobierno a raíz de los acontecimientos. Promulgada como una iniciativa legal que respalda la innovación, la excelencia y la posibilidad de elección, uno de sus objetivos fundamentales es atraer a nuevos actores y competidores al eliminar ciertas distinciones entre las entidades públicas y privadas.

 

En ese sentido, la estrategia educativa de 2019, una clara táctica de marketing diseñada por Liam Fox cuando estaba en el Departamento de Comercio Internacional, exhorta a todo el sistema educativo del Reino Unido, desde los primeros años hasta la universidad, a explotar más su capacidad exportadora . Otros han sumado sus voces a esta conversación y proponen que el British Council debería tener una mentalidad más comercial, incluido Jo Johnson, ex ministro de Investigación y Universidades (y hermano del primer ministro).

De izq. a dcha., Boris Johnson, Jo Johnson y Liam Fox

 

El sistema de educación superior del Reino Unido ya se mueve en un importante entorno donde se da el comercio de servicios. En su mayor parte, las estrategias internacionales tienen en cuenta los valores de cooperación y colaboración, pero han habido persistentes críticas internacionales sobre la calidad que ofrecen muchos esquemas de educación subcontratada o transnacional (TNE), un área en crecimiento.

 

El gobierno tiene otras opciones más en línea con el soft power, clave para construir esa Global Britain. Muchos sectores celebran la idea de construir sobre la base de la anglosfera, ya que encaja muy bien con los intereses británicos en términos de defensa e inteligencia. Otros ponen la educación superior en el centro, fortaleciendo las relaciones bilaterales y la explotación de las múltiples redes de cooperación y diálogo que se han desarrollado, como es el caso del Proceso de Bolonia, un ejercicio de fomento de la confianz.

 

Es difícil aceptar que el sector en su conjunto no haya sido objeto de un informe razonable sobre políticas y procesos del tipo que Smith y Reid prepararon en su momento. La educación superior y la reputación mundial del Reino Unido merecen más que mercantilismo.

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