Cuando la Universidad actúa como refugio. Objetivo ’15by30′
¿Qué les ocurre a todos aquellos jóvenes que están en edad de cursar estudios universitarios y que tienen que huir de sus países de origen? ¿Qué posibilidades tienen de empezar, continuar o concluir sus especialidades? Afganistán ha vuelto a poner sobre la mesa la situación a la que se han enfrentado y enfrentan cada día personas como Wissam Almohamed, estudiante de posgrado siria y que gracias al Programa de apoyo de la Universidad de Barcelona (UB) a personas refugiadas y provenientes de zonas en conflicto está completando su formación con un master en la Ciudad Condal.
Muchas veces, oportunidades como esta no se conocen y por ello, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha puesto en marcha el portal OPPORTUNITIES con el objetivo de que todas las iniciativas de las instituciones universitarias confluyan en un solo sitio. Un buscador de becas que facilita el acceso de las personas refugiadas a la educación superior y que podría contribuir a alcanzar la meta 15by30: conseguir que para el 2030 el 15% del total de la población refugiada tenga este tipo de estudios o, traducido en otro valor numérico, que alrededor de 500.000 personas dispongan de titulación.
“Mis amigos que han permanecido en el Líbano han interrumpido sus estudios. Los que tengo en Alemania, Francia e Inglaterra han podido continuar”, relata Wissam. De hecho, en 2019, su familia huyó al Líbano, permaneció en el país durante un año y decidió regresar a Alepo para que tanto ella como sus hermanos pudieran terminarlos, a pesar de los bombardeos que sufrían y que en muchas ocasiones les obligaba a suspender clases o a quedarse varios días dentro de la facultad.
Esta dinámica en la que el país de acogida juega un papel clave a la hora de garantizar el acceso a la Universidad la confirma María Zabala, responsable de Acogida, Integración y Soluciones Duraderas de ACNUR España: “El país de acogida tiene todo que ver. El 80% de los casi 80 millones de personas refugiadas en el mundo vive en los países limítrofes con la esperanza de volver. Estos países suelen tener un sistema educativo frágil que tampoco cubre las necesidades de su propia población”.
Queda mucho trabajo por hacer para alcanzar ese 15 por ciento. Ahora apenas llegamos al 3%. Por ello, la implicación de toda la comunidad universitaria es clave, tal y como expone Zabala cuando se le pregunta qué podemos hacer en España para contribuir a ese objetivo: “El potencial que tiene el trabajo en red es muy importante: desde el que se puede llevar a cabo desde las propias universidades a la hora de promover becas de estudio u oficinas de atención a las personas refugiadas, al de las asociaciones de estudiantes que desarrollan actividades relacionadas con la inclusión y la integración”.
La implicación de toda la comunidad universitaria es clave […] El potencial que tiene el trabajo en red es muy importante.
Vías alternativas de refugio con un curso ad hoc
El proyecto de la Fundació Solidaritat de la UB es un ejemplo de ello, pues trabaja de forma conjunta con el Ayuntamiento de Barcelona y con los colegios mayores universitarios de la propia UB. “Lo innovador de esta iniciativa es que permite crear una vía legal para que personas en situación de vulnerabilidad puedan venir a Cataluña”, explica Xavier López i Arnabat, director general de la fundación. “Decidimos crear un curso ad hoc de transición a la universidad para que cualquier joven pudiera matricularse, independientemente de si en su país de origen o asilo había estudiado una u otra rama del saber”.
Este curso, de un año de duración y en el que los alumnos y alumnas refugiadas aprenden catalán y castellano, además de conocimientos socioculturales de la región de acogida, permite sentar las bases legales y sociales para su estancia. Una vez terminan este curso, pueden solicitar su entrada en un programa de grado, posgrado o ciclo formativo. “De esta forma conseguimos atajar algunas de las principales limitaciones a las que se enfrentan las personas refugiadas: resolver su situación jurídica en el país, validar sus títulos, aprender el idioma, etc.”.
Permite sentar las bases legales y sociales para su estancia. Una vez terminan este curso, pueden solicitar su entrada en un programa de grado, posgrado o ciclo formativo.
De hecho, los estudios que han abordado la experiencia alemana tras la “crisis de refugiados” de 2015 -1,7 millones de personas solicitaron asilo en Alemania entre ese año y 2019- exponen concretamente esas barreras y la importancia de una “intervención temprana” para sortearlas y conseguir una mejor integración. Estrategias como la que siguió la Comisión Académica de la UB al desarrollar un protocolo que permitiese agilizar el proceso de legalización y convalidación, o las cartas que el Rector manda a los embajadores para que tramiten los visados permiten actuar de forma rápida y aplacar la urgencia de algunos casos.
Sin embargo, aún existen otras muchas barreras para las que es imprescindible la participación de distintos actores: “Tenemos casos en los que los jóvenes refugiados terminan su programa y reciben ofertas de prácticas o de trabajo, y no las pueden hacer porque su NIE es de estudiante. Cambiar su estatus legal es un proceso lento y muchas veces no concluye de forma satisfactoria. Esto acaba por traducirse en situaciones de precariedad”, reflexiona Xavier López. Precisamente otra de las lacras que reflejan los estudios sobre el caso alemán: los jóvenes de entre 18 y 24 años con condición de refugiados suelen ejercer trabajos para los que están sobre cualificados y, en general, independientemente de su nivel de formación, están peor pagados que sus homólogos alemanes. Así, se pone de nuevo de manifiesto la llamada de ACNUR a trabajar en red.
Zabala anima a todos los actores a poner encima de la mesa de ministerios y comunidades autónomas proyectos, “para que sepan de su existencia”. “Puede que en el momento de presentarlos no haya recursos para sacarlos adelante, pero ahí se quedan, esperando al momento adecuado”, argumenta.
El potencial de la educación online para lograr el objetivo 15by30
Por el programa de la UB han pasado ya 45 personas: Afganistán, Irak, Congo, Egipto y Siria son algunos de los países de sus países de origen o de acogida. El curso 2020-2021 fue peculiar por el contexto de la pandemia, con consecuencias para el proceso de integración tan necesario en este tipo de proyectos, a pesar de que una de las ramas de la iniciativa de la UB pasa por el seguimiento semanal de cada uno de los beneficiarios e incluye también atención psicológica: “Las clases eran online y conocer a gente está siendo difícil”, relata Wissam.
A un nivel macro la pandemia ha tenido un efecto contradictorio. “Por un lado, sí ha tenido cierto impacto regresivo respecto al objetivo 15by30, pero también ha sido una oportunidad: nos ha demostrado el potencial de las iniciativas digitales en la educación terciaria”, analiza María Zabala.
Una alternativa que ha puesto en marcha la Southern New Hampshire University con su programa Global Education Movement (GEM) a través de la cual ofrecen titulaciones online a personas refugiadas en Ruanda, Kenia, Malawi, Sudáfrica y Líbano trabajando con partners locales. Los datos demuestran su éxito: un 88% de los estudiantes que se han graduado en el campus de Kigali encontraron trabajo a los seis meses de concluir sus estudios y un 86% de los del de Kiziba siguieron el mismo camino. El 66% del total de los 1.500 alumnos y alumnas que han pasado por GEM encontró empleo tan pronto terminó la formación.
Es así como ACNUR también está trabajando en la educación digital de las personas refugiadas, de tal forma que puedan aprovechar también acciones de esta naturaleza. Las soluciones pueden ser tan creativas como variadas para alcanzar ese 15by30, pero exigen el compromiso de toda la comunidad educativa universitaria.